Eran dos bolas de imán en el surco de la tapa de una lata de galletas.
Sus electrones estaban orientados con distintas polaridades, por eso, cuando una de ellas se acercaba a la otra, sus campos magnéticos se repelían y la última salía despedida, rodando en la otra dirección, hasta completar una vuelta y reiniciar el movimiento del rechazo perpetuo.
Seguro que alguna vez tú también jugaste e incluso puede que pretendieras ganar.