Ver entre las manos vacías
a un gorrión comiendo
las migajas de pan seco de tan viejo
y esperar que levante su vuelo
dejando plumas entre tus dedos,
sin temer ni desear
que se aleje por el aire frío
del cielo sin nubes.
Tan sólo esperar y pasar el invierno.
Acunar entre las manos vacías
a un gorrión dormido,
confiado en su humilde lecho
y esperar que se despierte
con la primera luz de la mañana
sin temer ni desear
que reconozca en tus ojos
la mansedumbre de su madre.
Tan sólo esperar que despunte el alba.