Me pregunto si encontraré la forma de beberte,
cuando tenga la garganta seca por aventurar tu nombre,
misterio entre los secretos.
Camino sin avanzar por un páramo baldío, sólo interrumpido por inmensos arenales donde me hundo hasta la razón y el delirio.
Tendré que respirarte si me falta el aire tras tanto anhelarte,
suroeste de mis albas azules y tus rojos atardeceres,
paréntesis de la calima de los días.
Vientos encontrados nos arremolinan en un recodo del camino y llenan nuestras bocas de polvo.
Antes de desfallecer, aprenderé a comerte,
sin hambre, de pura desazón hasta el empacho,
sobre una roca o en un vagón destartalado.
La mesa no importa mientras el dolor de los mordiscos sea generoso y la sangre pueda lavar la opacidad de las brumas en mis ojos.