El visillo se hincha con el aire de un pasillo dormido,
los barrotes del balcón detienen su vuelo,
hierro negro sobre verde hilo, el domingo en la Plaza de la Paja.
Todavía resuena en el silencio de la madrugada,
el barullo de las terrazas de la noche pasada.
Sólo los viejos olmos permanecen despiertos
y un gato se despereza en el quicio de una ventana entreabierta.
Consigo levantarme de la silla de aluminio,
aterido de frío, preguntándome cuál será tu apartamento.
Buscaré un quiosco abierto en la Latina
y luego volveré al Delic a leer el periódico,
hasta que bajes a desayunar o quizás a tomar un aperitivo.