Nada queda tras la lluvia
entre las baldosas frías,
ni las hojas ni las huellas
que acumularon los días
en el patio de la escuela.
Nada permanece igual
tras las ventanas abiertas,
cuando los turbios recuerdos
ha barrido de las aulas
la furia de la tormenta.
Nada recuerda tu paso,
ni se escucha ningún eco
por las salas en penumbra,
sólo el ulular del viento
entre rejas herrumbrosas.
Nada en los viejos jardines
cultivados por el tiempo,
pasea la mirada vacua
el ocre de los rastrojos
desde el camino asolado.
Nada, nada, nada,
nada de ti ni de nadie,
permanece entre estas ruinas,
y sólo un rayo de sol
ilumina mi memoria.